
Al paseante , no le extrañará ,que me entretenga al pasear ,que descubra pequeñas cosas a cada paso que doy, que me pare frente a ellas para admirarlas y a veces para intentar conocerlas.
Fue de esta manera como descubrí en mis paseos a alguien que tenía unas cartas, que nunca debió escribir. No pude leerlas , obvio pensé, si nunca debió escribirlas,estarán guardadas en una cajita con llave, como mínimo, lejos de destruirlas, estarían allí para ser en alguna ocasión releídas en privado.
Confieso que con emoción contenida, conseguí darle una vuelta a la llave que estaba en la cerradura, me encontraba ante un secreto que presumía doloroso.
Lo que leí me lo confirmo, cartas amargas , era lo único que alcanzaba a ver .
El secreto se mostraba inalcanzable.
He seguido paseando y en infinidad de ocasiones me he detenido frente a la cajita. La observo y continuo el camino pensando, haciendo mía esa reflexión ¿qué cartas yo nunca hubiese debido escribir?
Este pensamiento me llevó a recordar algo que estaba casi olvidado, yo también tenía por lo menos ,una carta de este tipo, de la que nunca hube de haber escrito.
Ví unas manos infantiles escribiendo en papel pautado, una carta amarga, al dictado.
Oí la voz de un hombre viejo, mi abuelo, que abría su corazón y dejaba que las palabras desbocadas corriesen por su garganta y saliesen por la boca .Palabras tristes, dolorosas súplicas, que en aquel tiempo no juzgue y hoy pienso que fueron vanas.
Reclamos de cariño, añoranza ,hablaban de largas ausencias . Reconocía su vejez, su cuerpo prisión y esperaba .
Esperaba y deseaba la visita del hijo.Sus palabras eran rápidas, sabía lo que quería decir, yo en cambio, que transcribía palabras , sentimientos de un hombre que nunca pudo aprender a escribir mas allá del dibujo de su firma, intuía que estaba escribiendo algo importante y me detenía mirándolo algo asustada ,por aquella carga emocional.
La escribí, quizás no la debí escribir,deseable no tener que haberlo hecho.
Las cartas de súplica, son terriblemente tristes ,luego una aprende y comprende y sabe, que es aún peor la respuesta excusa, que huele a mentira antes de abrir el sobre.
Hoy subiré a la habitación de los recuerdos del abuelo y buscaré aquella carta entre las otras mucho menos dolorosas y mas festivas, postales de cumpleaños, de falleras, naranjos y paellas,y la guardaré, tal vez la relea,solo para mi, ya no esta el abuelo que tantas veces me pidió que lo hiciese, seguramente por no acabar de comprender bien aquella ausencia.