viernes, 5 de agosto de 2011

Cuentos de La Peña Roya












Entre Marines Viejo y Gátova, si el viajero permanece atento, descubrirá una roca,más bien una peña de rodeno en forma de cresta que apunta hacia el cielo, tiene ante si, La Peña Roya, fácilmente reconocible por su color rojizo que la hace destacar entre el verde de la sierra y el azul del cielo.

Sobre esta Peña versan varias leyendas, la que vas a leer ha sido recogida de la tradición oral y escrita por primera vez, nos la contó el “tío “ Ernesto, aquella mañana de domingo del mes de mayo, en Marines viejo, mirando la Peña.

La historia es la siguiente.

Hace años había en Marines un joven que tenía novia en el pueblo vecino de Gátova y subía a verla como era de rigor varias veces a la semana. Los desplazamientos en aquellos tiempos distaban mucho de parecerse a los de hoy en día, la carretera no existía, era necesario subir por un camino cercano al barranco. El novio, paso tras paso libraba los 5Km que los separaban llegando a casa de la novia para pasar la tarde y buena parte de la velada.

Eran los noviazgos aquellos donde padres, abuelos y si los había tíos y tías solteros custodiaban a los novios. Noches de invierno frente al fuego de la chimenea contando anécdotas, chascarrillos, historias de miedo hasta bien entrada la noche, ese era el momento, de regresar a casa, suponemos con gran dolor de corazón, el que sienten los enamorados al despedirse.

El novio volvía sobre sus pasos, se adentraba en el camino, frondoso y húmedo cercano al barranco y a la Peña Roya. Todos contaban que en dicha roca habitaban tres monos que asaltaban y robaban a los que se arriesgaban a pasar cerca.

El novio cuyo nombre no sabemos aceleraba su paso mientras negros pensamientos le rondaban. Las sombras se le aparecían llenas de vida,miles de ojos vigilaban,los sonidos de la noche parecían una melodía in crescendo.El miedo se adueñó de él, la única seguridad que tenía, bien poca por cierto, se la daba el saber que dentro de su ancha faja guardaba un” falçonet”, de vez en cuando la tocaba para imbuirse valor y seguir caminando.

Quiso la casualidad que se le enganchase en el jersey una rama de zarzal que sobresalía hacia el camino. Muerto de miedo quedó el joven al notar que lo cogían por la espalda impidiéndole seguir, tan aterrado estaba que no osaba a girarse para ver la feroz cara de aquellos terribles monos que lo tenían prisionero.

Levantó las manos en señal de rendición, implorando con voz quejumbrosa:
-¡No me matéis por favor!
Su trastorno era tal,que le llevó a confundir los sonidos de un ave nocturna y su mente confusa creía estar oyendo:”pégale un tiro, pégale un tiro”.
El seguía suplicando:”¡No por favor, os daré los seis reales que llevo, pero no me matéis que soy padre de familia,os daré el dinero que es mío.
Un Mochuelo cercano, seguramente alertado por aquellos gritos ,chillaba también:
”-Mio, Mio”.
-¡Vale!-decía el pobre novio- tuyo también.

Todo quedó en silencio, permaneció inmóvil toda la noche.Al hacerse de día cansado de tan larga espera ,se giro poco a poco y descubrió que aquel horrible mono, que pretendía robarle ,no era más que una enorme zarza.
El orgullo y la valentía sacudió su cuerpo y sacándose el falçonet escondido ,partió la rama de un certero y rápido tajo al mismo tiempo que decía:-¿Ves lo que te te hago?, pues si hubieses sido un hombre ,igual”.

La historia corrió como la pólvora por el pueblo y ha sido transmitida de padres a hijos a lo largo de los años.
Imaginamos que aquel novio seguiría haciendo aquel camino cercano a la Peña Roya para visitar a la novia y a buen seguro después de aquel hecho acelerarían los planes de boda para evitar futuros sobresaltos.