domingo, 14 de marzo de 2010

EL QUINCALLERO


En los archivos particulares de nuestra mente guardamos palabras, frases, miradas, imágenes ,tantas, tan variadas que, una las cuida,las repasa,las ordena y a veces se asusta si alguna pieza no encaja en su sitio, u olvida tal o cual cosa. Forman parte de nuestras vidas, sin ellas, no somos.

En mi galería personal,lleva haciéndome guiños últimamente,un personaje especial ,ligado a mi niñez y sobre todo, a mi abuela. Lo tengo retenido pidiéndole que me espere ,que no se impaciente ,que buscaré el tiempo ,y las palabras para pintar con letras mis emociones de aquellos días, para transcribir incluso su imagen, solo visible en mi cabeza. Haré un intento de fijar ,sellar,su existencia.Son histórias que de tan lejos que nos van quedando, empiezan a tener ese color sepia próximo al olvido. No quiero que eso suceda, porque al hacerlo dejaré de ser menos yo y ella ,mi abuela, a cuyo recuerdo andas ligado también será un poco menos.

Podías llegar cualquier día de la semana, eras anterior a la estipulación de un día fijo para el mercado,como mucho, lo consensuabas la semana anterior.
Atemporal , de edad indefinida , acompañaste la niñez de mi madre y la mía, siempre ambas, de la mano de la abuela, nexo que nos unía a ti,revolvíamos en tu paraeta.

Como si fueses a la conquista del oeste americano en tierras valencianas hacias tu entrada al pueblo montado en un caballo marrón,que tiraba de un carro cubierto con loneta amarillenta. Ya esta aquí el quincallero, decían las mujeres del pueblo.

Agujas ,hilos, cremalleras, cleses, corchetes ,chaquetas de lana abrochadas que mi abuelo lucía como el mejor de los modelos, tijeras, calcetines.
Eras el corte inglés de mi niñez, ubicado esos sí, en el frío garaje algo destartalado ,que la tía Julia tenía a la entrada del pueblo.

Ejercías también de óptico,al estilo de las modernas parafarmacias.De tus cajas salían montones de gafas, la abuela se probaba muchas y al final elegía unas, -con estas me veo muy bien -,decía, acaba de asegurarse que podría pasar el hilo por el ojo de la aguja, que cada día era más pequeño, se quejaba. Curiosamente ya he hecho yo también, esa queja mía.

Recuerdo haber preguntado tu nombre alguna vez,imaginando que no serías quincallero por bautismo, que mira por donde ,con la deformación de la palabra en su uso, terminaste siendo quinquillero sin tu saberlo y sin maldad alguna que te hiciese merecedor de tal designio.

Pedro el quincallero, ese eras tú, portador de la modernidad ,llenabas de brillos y colores los días no muy variados de nuestro pequeño pueblo, miraba mis ojos infantiles en tus espejos, aunque mi abuela nunca se decidió a cambiar el suyo ,viejo ,de espalda de madera , un poco desportillado,que permaneció toda mi niñez alli colgado,cerca de la ventana de la sala ,donde ella peinaba el moño en aquella cascada de pelo negro que tenía.

Hace muchos ,muchísimos años que deje de verte, me contaron hace un tiempo que te vieron en tu caballo,con la caravana, dirección a Higueruelas. Comentaron que en los tiempos que corrían aún había alguien en carro, que vida,dijeron a modo de epílogo.

Quiero creer,que ha sido tu elección, que eres de los últimos románticos que nos muestran un estilo de vivir pasado no urbano, menos ruidoso,estresante y sobre todo ,que a ti te hace feliz.

3 comentarios:

ralero dijo...

¿Su nombre? Melquiades, el Melquiades Valenciano. ¿Dónde marchó? Quizá a un poblado mágico en el corazón de Colombia.

Besos.

esco dijo...

Ostras!! me ha recordado a la compañía ambulante de las misiones pedagógicas, llevando "la civilización" a los pueblos más apartados. Este tipo seguro que también pasaba por Calles, jejeje. Se lo tengo que preguntar a mi madre...

VicentM dijo...

Me tocó nacer en paraje bastante más urbanizado, con comercios, panaderías, talleres, kioscos. Nunca podré rememorar esas cosas que, con ser tan pequeñas, tanto nos engrandecen.

Tan sólo recuerdo al Tio Blanco, con sucarrito cubierto y tirado por un burrito tan blanco como el apodo del frutero. Repartía frutas y verduras por las casas. Yo era un crío y el Tio Blanco era, entonces para mí una abuelo de edad indefinida, pero muy abuelo. Y el burrito... desde entonces, siempre tuve un cariño especial para estos animalillos.

Nosotros teníamos una "haca" marrón oscuro de las pequeñas pero que labraba con brío y tiraba del carro de mi padre con una fuerza impensable. Se llamaba Morena l'haca de mi padre. Pero por mucha haca que fuera, nunca sería como el burrito del Tio Blanco, blanco enorme como un enorme gato blanco y dócil y sabio y paciente... Se sabía todas las paradas en las puertas de las casas que le compraban.

El resto... pues el platero que vendía joyas que pagabas un poquito cada semana. Así tuvimos el anillo/sello de la primera comunión, mi hermana su aderezo, mi madre un bonito broche que aún conserva... inclusolos gemelos yla aguja de corbata de cuando me casé, mi madre ya se la había comprado al platero muchos años antes de yo gastarlo en tal día... Unos sujetos bastante mal nacidos entraron en casa hace un par de años y deshicieron con su manos enguantadas toda la torre de recuerdos... adíos al sello de la primera comunión, a la medallita de la virgen del Carmen y San José, a los gemelos y a la aguja... Recuerdos inmateriales totalmente... que ahora vienen montados en el carrito del Tio Blanco...