domingo, 19 de octubre de 2008

EL AROMA DE LAS MANZANAS





Como cada otoño, repito hasta la saciedad que no me gusta esta estación y muchísimo menos el invierno , pero sinceramente tengo que reconocer que el motivo es que me lleva a la nostalgia y que si no me esfuerzo un poco, me llevaría a la tristeza .

No obstante le reconozco al otoño algo maravilloso, el aroma, sobre todo el de las manzanas asadas.
Me gusta tener manzanas en casa , asarlas y comerlas...pero me gusta sobre todo el aroma que sale del horno y se extiende por todos los rincones, un olor dulce ,tibio…
Así pues para mi, Septiembre trae aroma a manzanas …y el color amarillento ,el color de mis recuerdos…

Debes ser que el aroma ejerce como potente activador de mi memoria y me hace regresar a otros momentos de mi vida , momentos de una época de niñez, que ya desde mi madurez añoro…

Tengo añoranzas de esos tiempos, de mi pueblo ya abandonado hace tantos años, de aquella casa en la que viví los primeros diez años de mi vida, aquella casa situada al fondo de un callejón, que mi madre siempre tenía limpio, recién barrido y regado a mano, como hacían las mujeres antes en los pueblos .
La recuerdo de parte mañana metiendo la mano en le cubo de agua fresca y regando la calle. Cultivaba geranios , claveles ,que colgaba en cualquier maceta o lata y unas plantas llamadas “mampedros”, que surcaban todo el estrecho carrerón…ello hacia que aquel rincón no pasara desapercibido para nadie que subiese por la calle .

Aquella casa , pintada de blanco , con los marcos de las ventanas azulados, y la puerta no barnizada, sino pintada con una especie de pasta terrosa que le daba un color marrón rojizo .
Mi casa, allí en la calle Del Barranco, tenía personalidad , años y atesoraba vivencias suficientes para protagonizar una historia.

Era una casa de pueblo, la entrada, escaleras, primer piso, escaleras y la cambra , chimeneas en el segundo y tercer piso y sobre todo un mundo mágico de estancias sin nombre a las que se llegaba desde la cuadra bajando por un pasadizo hasta llegar a una especie de cueva en el fondo de la casa, a la que por supuesto mi madre me tenía prohibido bajar…pero que yo tuve que visitar ,porque guardo en la memoria las imágenes de todo aquello.

Ventanas no demasiado grandes desde todos los pisos a las que yo me asomaba ,sobre todo la de la del tercer piso ,que era mi preferida,la llamabamos “la “cubierta” ,si me subía a una silla, podía ver mejor las montañas, sobre todo una muy curiosa con forma de mujer que la llamaban “Jesusa”,la carretera ,los coches pero sobre todo ,el autobús de línea que iba a Valéncia y el rio, el Túria , con su ribera de chopos .

En la entrada del pueblo una casa señorial de dos plantas que tenía nombre propio “el chalet” ,que luego con el paso de los años y ya abandonada nos mostró en uno de sus laterales antiguas pintadas repúblicanas, un poco mas adelante el abrevador para los animales, siempre había algún caballo ,mula o burro refrescando..los campos de huerta estaban a ambos lados de la carretera de entrada .
Todavía hoy veo a mi padre con su rebaño de ovejas de camino a los corrales que estaban un poco más arriba , por la senda de detrás de la Venta o antigua posada, el camino se hacia cada vez más angosto ,rebasando la antigua cueva del” tio Abelino”,que a saber quien era aquel señor ,tendré que preguntárselo a mi madre, para saber si ella sabe algo.

Otras veces si mi padre pasaba no muy de noche, iba con mi madre de la mano a esperarlo y lo acompañabamos hasta cerrar las ovejas para luego volver todos a casa con el perro, un perro, pastor, así se llamaba , por su oficio, y por originalidad de mi padre para poner nombres, claro.

Pastor era un perro joven,y lanoso, que había sustituido al ya viejo y fiel Moro, un perro de color negro,que impresionaba, ya he dicho que mi padre era muy originalen los nombres.

La casa, como veis tenía una vista panorámica ,diríamos ahora, en cinemascope y creo que también tenía sound round,…

La disposición de las casas de estos pueblos tan antiguos como el mio, unas sobre otras ,hacía que aunque estuviese muy arriba pudiese ver las cosas ,las casas y las gentes del pueblo fácilmente.

Y de sonido , estaba genial, como ya de dicho, aun recuerdo a mi abuela que varias calles más abajo se asomaba a su ventana , me asomada a la mía y me gritaba para que me apartase de la ventana o del balcón, porque también lo había.

Que decir de aquel balcón maravilloso y muy muy peligroso según decían los mayores que me rodeaban, no podía asomarme a él por la altura y sobre todo porque se apoyaba según se veía por abajo en un entramado de hierros y cañas ya muy estropeadas, así que pocas veces cuando estábamos en el comedor pude asomarme a él.

Lo sorprendente es que muchos años después aquel balcón que siempre amenazó con hundirse permanecía entero.

Todo estaba alto en aquel pueblo, mucho para una niña que estaba constantemente vigilada y oyendo baja de ahí que te puedes caer, quizás sea por eso ,que después desarrolle un vértigo enorme,¡ ay abuelita, con tanto sermón!

Lo cierto es que aquella ventana me descubría un mundo maravilloso a lo lejos, y por descontado también a lo cerca, porque justo debajo, estaba el tejadito de un vecino que atesoraba algunos tesoros maravillosos que mis manos traviesas habían ido lanzando a él y ahora deseaba recuperar…

Brillaba sobre todo un zapato de mi madre, con tacón de corcho y cuña que este verano pasado hubiese hecho furor..y una muñeca, allá, justo enganchada en una de las ultimas tejas, tesoros inalcanzables y deseados tesoros como estos pequeños recuerdos ahora evocados ,talvez, solo tal vez, por el aroma, el aroma de otoño, el aroma de manzanas asadas.

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