Hoy he vuelto a verlo, y he
recordado que ya lo conocía, él a mi no, ni siquiera me ha mirado, caminaba cabizbajo con la mirada clavada en el suelo, empujando cansinamente una bicicleta.
Circulaba muy cercano a la cuneta, por el arcén pintado de rojo, por
el camino de las bicicletas.
Lo he reconocido como si fuese
un viejo amigo de viaje,de carretera. También era invierno las otras
veces que lo vi y he sentido la misma pena que entonces, por los
pensamientos que desencadenó y desencadena; la vejez, la vejez con pobreza , la
vejez con soledad, la vejez y la tristeza, la vejez y el frío...
Es muy mayor el hombre de la bicicleta,lleva un viejo gorrito verde en la cabeza ,camina junto a ella,su bicicleta, la lleva de la
mano,pero sin subirse; sencillamente no puede ,sobre su sillín una caja cargada de leña, poca es,la justa para pasar la noche.
La primera vez que me crucé con él, imaginé que llevaba a su
casa algunos restos de la poda,que acababa de hacer. Hoy pienso, casi estoy
segura de ello, que esa leña es de la poda,si,pero de otras podas, de campos de algún
otro,o tal vez, ramitas que ha buscado en el bosque cercano.
El hombre que camina ,mirando el asfalto que pisa, con sus viejas zapatillas, no tiene campo que podar.Quizás si tenga una casa y comparta soledad con una mujer anciana, que lo espera a él y a su carga, tan
necesarios los dos, para encender la vieja estufa o la chimenea ,intentado
caldear una estancia que ha estado fría toda la mañana, porque no hay nada con que hacerlo.
Se inclina
un poco más sobre ella, para vencer la resistencia del frío viento que va
arreciando.Ya es más de medía tarde y regresa a casa,tal y como salió,
como lo hace todos los días, caminando.
Mañana será otro día y juntos volverán a andar y a desandar el camino, una y otra vez, mientras
queden fuerzas y bicicleta
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