sábado, 16 de noviembre de 2013

Las historias del sofá

Allí estaba,el sofá, aquel sofá supuso la entrada de la familia en la modernidad, y casi de un día para otro. Corría el año 1974. Las cuatro sillas y la mesa de madera, se mostraban claramente insuficientes en aquel nuevo comedor, tan nuevo como la recién estrenada casa. Todo había llegado en un pequeño camión de frutas y verduras convertido en camión de mudanzas al uso, habida cuenta de las necesidades provocadas por el masivo éxodo rural.Viajeros obligados cargados casi solo,,de esperanza. Pocos días después,un sencillo aparador de raelite , un moderno sofá al que llamaban tresillo, dos butacones de escai y la televisión,terminaron completando el exiguo mobiliario inicial. Ahora si,comedor completo y adaptado a los nuevos tiempos. Al sofá se le fueron añadiendo complementos; unos cojines amarillos, una mantita de cuadros, bien para cubrirlo a él o a sus usuarios. El sofá ,el objeto más preciado de la estancia,indudablemente por su comodidad. Los lunes, el amplio tresillo era propiedad casi en exclusiva de la adolescente para disfrutar del ciclo de películas de miedo seleccionado por Ibáñez Serrador.Los viernes tocaba apretarse,todos querían ver el programa estrella de televisión, el Un,Dos,Tres.El padre,tranquilo,era el dueño indiscutible del butacón situado frente a la tele, el otro, el más alejado, quedaba demasiado descuadrado del área de visión, una mala inversión, nadie parecía desearlo. Nuestra vida y nuestros sueños pasaron por él,nunca mejor dicho, ya que parecía aceptar de buen grado la siesta casual y la que no lo era tanto. El hermano mayor de las sillas supo ganarse rápidamente su sitio ,parecía imposible una vida anterior sin él.De aqui en adelante,expresiones como :"me voy al sofá","está en le sofá",me he dormido en el sofá" ,"hazme sitio en el sofá", pasaron a formar parte de nuestro vocabulario.Las sillas,algo más incómodas, quedaron relegadas solo para ser usadas a la hora de la comida, que tampoco era poca cosa. Llegaron las visitas de los novios, que siguiendo costumbre no escrita eran los jueves, por ser "día de churra",o eso decían, y de un plumazo, alguien en aquella casa, sin comerlo ni beberlo paso a ser "churra". El sofá pasó a ser, línea fronteriza de ocupación,se convirtió más que nunca, en foco de atención,los padres, al unisono o por separado, organizaban una guardia en toda regla frente a él, o desde el butacón contiguo, esbozando un ligero sueño, atentos a cualquier temerario juego de manos.Sólo se relajaban a la hora de la cena, era la compensación de la madre a tal estrecha vigilancia. De esta manera las visitas del futuro yerno y las ganas de agradar de la madre entonces joven, tenaz y trabajadora ,acabaron por vaciar gallinero, para llenar la mesa, previo paso por el horno de la cocina. Nunca ,hasta que llegó el abuelo para compartir su soledad con ellos, se atrevió nadie a decir, que aquel sofá estaba viejo y bastante desfondado. De este modo casi dos décadas después de su llegada, casi de imprevisto, tal y como había llegado ,fue sacado de la sala y sustituido por una nueva versión; el de tres y el de dos plazas,de tela , mucho más modernos y más cómodos,según decían en innumerables alabanzas al nuevo accesorio. ¡Qué rápido olvidamos! ¿Dónde acabaría? seguramente en algún vertedero público. Hoy sobre él, habrá toneladas de tierra, crecerán las malas hierbas... Esta mañana, muchos años después de todo aquello,paseando, he descubierto entre la maleza un desvenzijado sofá verde, seguramente primo hermano de aquel otro,el glorioso sofá marrón, que tantas historias conocía,historias,que he sentido ganas de contar, después de tanto tiempo sin escribir una línea...y es que hoy igual que para tantas otras cosas también corren malos tiempos para la lirica. .

1 comentario:

El intimista secreto dijo...

Bueno, el sofá tuvo una larga vida (para los sofás) y seguro que siempre se sintió acompañado y calentito. Me ha gustado mucho este retrato familiar, tan nostálgico, tan de nuestros pasados.
Besos.