martes, 14 de febrero de 2012

Pan con chocolate








-Pan con chocolate abuela, quiero pan con chocolate.

Juntas entrábamos en una sala , habitualmente en penumbra y ella, abría la pequeña puerta de un armario construido en la misma pared, que en tiempos de la matanza de cerdo, fue un salador de jamones. Alargaba la mano, sacaba una bolsa de tela con cuadros azules o rojos, donde guardaba el pan y partía un trozo de este. De aquel armario emanaban todos los aromas que una pueda imaginar, era el santuario que guardaba y había guardado las más sabrosas viandas de la cocina casera.

Dicho habitáculo hacía las veces de despensa y nevera,esta última,impensable por aquellos tiempos en la sala, a la que nunca llegó la electricidad,se quedó en el piso de abajo como si ya cansada de tanta escalera se hubiese negado a hacer un último esfuerzo, quizás la abuela fuera reacia a descolgar su pequeño candil, única luminaria, o tal vez fue, para evitar un gasto más, ahora que ya se vislumbraba la casa nueva en un futuro no muy lejano, lo cierto es, que solo había luz en la primera planta donde estaba:la entrada,la cuadra,las herramientas del abuelo y en el comedor deshabitado.

Era la hora de merendar y se había abierto el armario de los aromas, la caja de Pandora de los manjares cotidianos que reposaban en espera del siguiente festín. Unos platos de porcelana blanca ribeteados de azul, guardaban restos de pollo frito con tomate, un poco de “sardineta”, que así era como llamaba la abuela a la sardina, “sardineta”, vendida por la señora Herminia, la pescadera, en el barrio del Lejío,traída en cajas de madera y cubierta de una capa hielo, entre el que se movían aquellas manos huesudas ydeformadas por la artritis para elegir las más gruesas, según su deseo.

Cuando se cerraba el armario ya no había vuelta atrás los aromas inundaban en sinuosa danza invisible e inaudible , la sala durante unos minutos más, los que tardaba la abuela en abrir la caja fuerte o su peculiar monedero, una vieja chaqueta de pana negra,colgada de un clavo en la pared, de donde extraería, dos pesetas, eso era lo que costaba el chocolate de mi merienda.